El sentimiento de culpa es bidireccional: nos culpabilizamos y culpamos a otros, entrando en una dinámica de castigo emocional a una misma y a otras personas.
Así, generamos relaciones violentas con nosotras mismas y con los demás.
El sentimiento de culpa es violento y sostiene dinámicas tóxicas que generan alto malestar emocional.
Por ejemplo, una madre que se culpabiliza, probablemente tenderá a culpar a su propia madre también.
La culpa se sustenta en juicios de valor absolutos, implacables, que no dejan espacio a la aceptación, a la transformación, a la paz interior ni en las relaciones.
La culpa nos instala en la violencia.
Sin embargo, vivir sin culpa es posible. Podemos transformar la culpa en responsabilidad.
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Mónica Serrano Muñoz
Psicóloga Humanista