La hipersexualización en las niñas: qué es y cómo puede prevenirse

Entrevista a Mónica Serrano para www.bebesymas.com

 

¿Existe realmente un patrón de hipersexualización en las niñas en la publicidad?

Actualmente existe un claro patrón de hipersexualización en las niñas que se recibe desde la publicidad en los medios de comunicación. La oferta que se da en la publicidad de artículos enfocados a un público infantil femenino está muy centrada en un esquema de mujer a la cual se le valora por su aspecto físico.

Se transmite un canon de belleza femenina basado en el deseo sexual que la mujer despierta, con unas pautas muy marcadas de cuáles son las características que hacen a la mujer ser sexualmente deseable. Así, la delgadez o una determinada forma de vestir se convierten en objetivos que todas las mujeres han de alcanzar si quieren ser socialmente valoradas.

 

Esto abre una amplia gama de artículos de consumo a las mujeres (y a las niñas), desde productos de cosmética y moda hasta tratamientos de belleza y adelgazamiento. De esta manera, las mujeres de cualquier edad se convierten en grandes consumidoras de una gran diversidad de objetos y servicios asociados a su imagen corporal, acorde con la sociedad de consumo en la que viven. De esta manera, a través de la publicidad se crea toda una serie de necesidades a las mujeres que las obligan a consumir este tipo de artículos de una manera continuada.
Además, el fenómeno de hipersexualización en las niñas no sólo se encuentra en la publicidad, sino también en el mundo del cine y del espectáculo y de los juguetes. Esto incrementa el deseo por parte de las niñas de responder a este tipo de requerimientos sociales.

¿Qué razones hay para ello?

 

El patrón de hipersexualización de las niñas en la publicidad, los medios de comunicación y los juguetes cumple una función como agente socializador de las mujeres.

Este patrón, transmitido desde la primera infancia, indica a las niñas qué es lo que la sociedad espera de ellas. Esto, por su parte, influye directamente en el proceso de desarrollo de la identidad personal de cada niña.

 

De esta manera, se está ejerciendo una influencia social directa en la construcción de la identidad femenina de todo el grupo social.
Con la salida de la mujer al mercado laboral, el modelo tradicional de mujer ama de casa, económicamente dependiente del hombre se rompe, desaparece. La mujer adquiere cierta independencia económica, con lo que el hombre pierde parte del control que ejercía sobre ella.
De esta manera, la hipersexualización de las niñas y de las mujeres en general puede entenderse como una reacción de la sociedad patriarcal, que trata de volver poner a la mujer en el modelo tradicional de dependencia del hombre a través del mensaje: la mujer sólo tiene valor si es sexualmente deseable, si no, desaparece. En este caso, la dependencia es más emocional, afectiva. Depende de la aprobación y valoración masculina basada en unos parámetros que no son acordes con la naturaleza femenina.

¿Por qué las niñas se ven arrastradas a seguirlo?

El patrón de hipersexualización femenina no se centra en absoluto sólo en el ámbito infantil. Es un patrón que afecta a todas las franjas de edad de las mujeres (a excepción de la vejez).

Este patrón reduce a todas las mujeres a seguir un canon de belleza similar que se corresponde con un mismo rango de edad. Así, las mujeres de entre unos 5 y unos 60 años tratan de alcanzar un canon de belleza hipersexualizado, más propio de mujeres de 17 a 25 años (que es la edad de mayor plenitud sexual).

De esta manera, nos encontramos ante un grupo de edad muy amplio siguiendo el mismo patrón. Esto conlleva a que los modelos culturales de referencia de las niñas responden en todo momento al mismo canon.

Por ello, los referentes femeninos familiares de las niñas (sus madres, hermanas mayores u otras mujeres de su entorno), que son sus modelos a seguir, cumplen también este patrón de hipersexualización.
Así pues, tanto el referente familiar como el social de las niñas señalan un mismo estereotipo. Esto limita en buena medida las alternativas de las niñas, que sólo reciben un tipo de modelo, el asociado a la hipersexualización. Esta falta de alternativas condena a las niñas a seguir el patrón establecido.

¿Qué efectos puede tener esto en su desarrollo psicosexual?

Si desde niñas se transmite este mensaje, las mujeres construyen su identidad personal basada en la imagen corporal. Pero esta imagen corporal es una imagen excluyente, difícil de alcanzar para la mayoría de las mujeres.
Las niñas que han recibido este mensaje de hipersexualización construirán su autoestima sobre la base de la imagen corporal hipersexualizada. Aprenderán a valorarse a sí mismas en función de su atractivo físico y del deseo sexual que despierten en el sexo opuesto.
De esta manera, la niña (después adolescente y, más tarde, mujer) desarrolla su identidad personal y su autoestima sobre unos valores superficiales, difíciles de alcanzar y perecederos, pues el paso del tiempo hace que la mujer pierda las características propias de este canon de belleza (si es que en algún momento las consiguió alcanzar).
Así, se desarrollan mujeres frágiles, extremadamente vulnerables, inmersas en una batalla constante consigo mismas, de la cual es imposible que salgan victoriosas.

Las consecuencias de todo esto en la psique de la mujer son muy negativas, pues la condenan a una constante frustración por no poder alcanzar los objetivos que la sociedad le impone. Esto puede afectar negativamente a su estado de ánimo y a su autoestima.

 

Indirectamente, este patrón de hipersexualización en las niñas podría estar relacionado con la aparición trastornos de la conducta alimentaria durante la adolescencia. El modelo de extrema delgadez que se impone como meta incita a las adolescentes a tratar de alcanzarlo poniendo en riesgo su salud.
Por otro lado, esta hipersexualización hace que se infravaloren social y personalmente el resto de ámbitos que componen la identidad femenina, lo cual conlleva a que las mujeres inviertan menos energía en el desarrollo de otras facetas de su ser para poder dedicar todo su esfuerzo a cultivar su imagen corporal. De esta manera, quedan mermadas o poco desarrolladas otras capacidades importantes de las mujeres, más relacionadas con lo mental y espiritual que con lo físico.

¿Qué pueden hacer los padres para evitar o moderar este influjo?

El papel de los padres es fundamentar para reducir el impacto que el patrón de hipersexualización tiene en el desarrollo personal de las niñas.
En primer lugar, es esencial que los padres tomen conciencia de la existencia de dicho patrón, que aprendan a identificarlo y analicen de qué manera puede estar afectándoles a sí mismos.

Es muy importante que las madres sean conscientes de que ellas son el principal modelo femenino de sus hijas y que si ellas se liberan del patrón de hipersexualización, estarán liberando también a sus hijas.

 

Del mismo modo, el papel de los padres, como figura masculina de referencia, también es fundamental. La forma de valoración del padre a las mujeres es captada por las niñas como modelo de valoración del sexo opuesto en general.
Por otra parte, las formas de relación que se establecen entre la pareja ejercen de modelo de relación entre personas de diferente género. Así, la manera en la que el padre y la madre se relacionan entre sí como pareja influye también en la construcción de identidad género de la niña y en cómo se relacionará con personas del sexo opuesto más adelante.
Además de las conductas y actitudes de los padres y madres como modelo a seguir, es importante que éstos ofrezcan alternativas a sus hijas. Los padres deben proporcionar a sus hijas patrones alternativos al hipersexualizado en cuanto a juguetes, ropa, personajes públicos…
También es muy importante que los padres proporcionen a sus hijas relaciones con otras niñas cuyos padres estén comprometidos con la prevención del patrón de hipersexualización. De esta manera, estarán posibilitando que sus hijas se identifiquen con un grupo de iguales que potencia el desarrollo de otras aptitudes, gustos y capacidades no hipersexualizados.
De esta manera, no se trata de negar o invisibilizar la realidad femenina ni de masculinizar a las niñas. Se trata de permitir que las niñas desarrollen su identidad de género sobre una base sólida y profunda que las convierta en mujeres completas y equilibradas. Hay que ofrecerles alternativas femeninas a la hipersexualización.

¿A qué edad debemos empezar la educación sexual?

La educación sexual no debe entenderse como un ámbito separado de la educación global de los niños. No se reduce a la explicación sobre en qué consiste el acto sexual o cómo prevenir embarazos no deseados o contagio de enfermedades de transmisión sexual.

La sexualidad es un aspecto inherente a la naturaleza humana que influye en todas las esferas de su ser, desde la construcción de la identidad de género a los procesos reproductivos o al desarrollo de habilidades sociales. Es por ello que no debe tratarse como un ente aislado del desarrollo de la persona, sino como un proceso evolutivo en continuo cambio.

Por ello, la educación sexual de los niños debe comenzarse en la primera infancia. Antes de los tres años, la educación sexual de los niños se centra en los modelos materno y paterno, a los que los niños observarán e imitarán. En esta etapa, los niños captan patrones de conducta y de relación de sus padres en función del género.

Después de los tres años, cuando los niños ya han comenzado a construir su identidad de género, la educación sexual se basa en la elaboración de dicha identidad (masculina o femenina) acorde con la edad del niño. Los padres son los principales transmisores de valores asociados al género de los niños a lo largo de la primera infancia.
A medida que los niños van creciendo, el influjo de modelos sociales va siendo cada vez mayor. Los padres deben adaptarse a las necesidades de cada etapa para reducir o reconducir el impacto social sobre la educación sexual de sus hijos.
La educación sexual de los hijos debe concebirse como un proceso continuo que comienza en la primera infancia y finaliza cuando la persona alcanza un grado de madurez sexual y emocional suficiente como para no necesitar la guía paterna en este ámbito.
La etapa de máxima agitación en cuanto a necesidad de educación sexual en los niños se produce en la preadolescencia y la adolescencia. Sin embargo, la base de esta educación ha de construirse a lo largo de toda la infancia para que, cuando llegue la adolescencia, el niño pueda construir sus aprendizajes sobre una base previa.

Mónica Serrano Muñoz

Psicóloga Infantil, experta en Maternidad y Crianza con Apego

 

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