La sensación de seguridad emocional y protección es la que nos permite sentirnos tranquilas, cómodas, contentas, ilusionadas, esperanzadas… etc. Es decir, es la sensación de seguridad (o su ausencia) la raíz de todo el tejido emocional, y de su estado dependerán las ramificaciones emocionales que sobre ella se sustentan.
Nuestra sensación de seguridad básica se origina en la primera infancia, a través de las experiencias de intercambio emocional con nuestros cuidadores de referencia. Asimismo, la capacidad de “cuidarse” a una misma tiene mucho que ver con la calidad de los cuidados recibidos en etapas tempranas.
Por eso, en muchos casos nos encontramos con que no logramos sentirnos “del todo bien” o nos sentimos fatal muchas veces y no sabemos qué hacer con ello. La cuestión es que no sabemos cuidarnos a nivel emocional.
La sensación de seguridad básica y la capacidad de cuidarse emocionalmente, si no se construyeron en etapas vitales anteriores, pueden construirse con ayuda en la edad adulta. Sí, podemos empezar a construirlas ahora.