Cuando la mujer se convierte en madre

El ser humano va desarrollando su identidad personal desde que nace. A lo largo de nuestra vida nos desarrollamos a nivel físico, emocional, social, afectivo… Nuestra naturaleza biológica marca el desarrollo de nuestra identidad personal, pero ésta también está marcada por nuestras experiencias vitales.

Nacemos, somos hijos, hermanos, nietos y sobrinos… Después somos amigos, vecinos, estudiantes. Más tarde, trabajadores, pareja… A medida que vamos creciendo,nuestras experiencias vitales nos sitúan en diferentes planos de identidad marcados por nuestras funciones como personas dentro de nuestro grupo familiar, social y laboral.

En el transcurso de este desarrollo personal, tenemos que irnos enfrentando y adaptando a nuevas situaciones que requieren que seamos capaces de asimilar las exigencias que cada experiencia supone. Así, debemos aprender a manejarnos en diferentes ámbitos de relación y adaptar nuestra identidad personal a los nuevos ambientes y funciones con los que nos vamos encontrando a lo largo de nuestra vida.

Un ejemplo claro es lo que sucede cuando una persona comienza a trabajar por primera vez. Tiene que aprender a relacionarse con sus superiores, con sus compañeros, con sus clientes… Y ello supone que su identidad personal ha de desarrollarse para asimilar estas nuevas relaciones y funciones.

Obviamente, el desarrollo de la identidad personal necesita un período de adaptación, un tiempo para crecer y asimilar los cambios a los que la persona se enfrenta a nivel afectivo, emocional y social.

Desarrollo de la identidad femenina asociado a la maternidad


En la vida de la mujer hay un momento clave en el desarrollo de su identidad personal: cuando se convierte en madre por primera vez.

Cuando una mujer se enfrenta a la maternidad por primera vez, se plantea si será capaz de ser buena madre, de cuidar adecuadamente a su hijo, de mantener unida a la familia que está creando… Sin embargo, pocas veces las mujeres somos conscientes de el cambio a nivel afectivo, emocional y social al que nos enfrentamos.

Generalmente, nos centramos en cuestiones relacionadas con el bienestar del bebé que va a nacer, sin darnos cuenta de que también es importante que tomemos conciencia de los cambios que vamos a experimentar en nuestra identidad personal al convertirnos en madres.


Imagen cedida por  FreeDigitalPhotos.net

La mujer, que es hija, hermana, amiga, pareja, profesional… se convierte en madre y esto supone un cambio importante en todos los ámbitos de su vida. Sus expectativas, prioridades, afectos y deseos se ven afectados por su la nueva identidad que ha de construir: la identidad de madre.

La reciente madre necesita un tiempo de adaptación para asimilar e integrar en su personalidad los cambios a los que se enfrenta asociados a la maternidad.

Durante el embarazo, la mujer va simbolizando cómo será su maternidad, construye ideas, expectativas, deseos, ilusiones y temores en torno a ella. Esta simbolización ayuda a la madre a prepararse para el nacimiento de su hijo. Sin embargo, la llegada del bebé pone en el plano de lo real la simbolización que la madre había realizado durante el embarazo.

Tras el nacimiento del bebé, la madre se enfrenta a muchas nuevas situaciones, sentimientos y experiencias desconocidos hasta entonces. La mujer ha de experimentar un desarrollo personal a nivel afectivo-emocional que le permita comenzar a construir su identidad de madre y poder coordinar esta nueva identidad con el resto de identidades previas (pareja, amiga, hija, profesional…).

Este proceso puede resultar complicado. Identificarse como madre y conseguir que esta nueva identidad encaje con el resto de identidades previas que componían a la mujer puede no ser fácil.

Obviamente, la mujer, reciente madre, necesita un tiempo para asimilar sus nuevas funciones asociadas a la maternidad, así como sus emociones. Asímismo, necesita tiempo para poder coordinar estas nuevas funciones y emociones con el resto de funciones y emociones que componen su persona.

Durante el tiempo que conlleva este proceso, la mujer ha de realizar un trabajo personal considerable, para el que el postparto no es la situación más propicia. Además, la intensidad de las emociones asociadas a la maternidad hacen que el proceso de identificación maternal requiera un gran esfuerzo psicológico por parte de la madre.

Por todo ello, la mujer inmersa en el proceso de identificarse como madre necesita que se respete su ritmo de crecimiento personal. También es importante el apoyo emocional por parte de las personas cercanas a ellas, especialmente, la pareja. Asimismo, en muchos casos, el acompañamiento por parte de especialistas en maternidad y crianza puede servir de gran ayuda a las mujeres que se encuentran en este proceso.

Los grupos de apoyo entre iguales, como son los grupos de crianza, son de gran ayuda en este proceso, pues permiten a las mujeres compartir, expresarse y desarrollar su identidad en un espacio de contención que la acoge y protege emocionalmente.

Recomiendo: Formación online: Acompañamiento del desarrollo emocional en primera infancia. Potenciando la felicidad y el bienestar

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